El libro de Santi Santamaría, "La cocina al desnudo", provocó este verano una gran polémica. Las críticas del autor a Ferran Adrià como impulsor de la invasión de la química en la cocina y creador de una especie de cocina espectáculo irritaron al grueso de los gurús de la gastronomía. Se presenta una especie de binomio en el mundo de la cocina española: por un lado, los partidarios de una cocina con ingredientes frescos y naturales; por otro los innovadores y transgresores, que pretenden aplicar cualquier avance disponible en aras del progreso culinario.
Lo cierto es que Santamaría declaró que algunos añadidos en esta nueva rama de la Nouvelle Cuisine podían resultar "no deseables", en parte también porque no se informa de lo que se come (Video del cocinero en Telecinco). Este chef es defensor a ultranza de la cocina "pura", donde los platos parecen lo que son y sabemos lo que nos llevamos a la boca. Se distancia así de la alta cocina española abanderada por el intocable Ferran Adrià. Pero hay otros aspectos que también enervan a Santamaría. El circo mediático alrededor de la alta cocina promovido por los chefs de la sofisticación es, a su parecer, un gran error. No se puede cocinar pensando en la repercusión de la receta y sin tener en cuenta las convicciones que todo cocinero debe tener.
Desde el otro bando, Sergi Arola responde que la alta cocina no está pensada para satisfacer la necesidad básica de alimentarse. Es más, se atreve a definirla como una "fiesta para los cinco sentidos". Pero todavía va más lejos: critica a Santamaría por hacer Nouvelle Cuisine y seguir escondiéndose tras la cocina tradicional.
Si Santamaría acusa a estos de elitistas y luego cobra a millón sus platos en Can Fabes (su restaurante, con tres estrellas Michelin), resulta entonces que no tiene muy claro lo que es ser elitista. Y es que la alta cocina, Nouvelle Cuisine o como nos apetezca denominarla, es elitista por naturaleza. Hasta aquí todo correcto. Lo que pasa, sin embargo, es que esta cocina inaccesible para casi la totalidad de españoles, ha entrado de lleno en nuestra vida a través de los telediarios y los reportajes semanales en suplementos de periódicos. Frente al gran Karlos Arguiñano, que como dicen nuestras abuelas (las que realmente saben de este asunto) hace platos sanos y materializables en cualquier casa, estamos eligiendo el nitrógeno; recetas minimalistas que, probablemente, nunca llegaremos a probar. ¿Qué es lo que realmente nos interesa? Ni Santamaría ni Adrià: cocina real, posible, sana y sencilla. No entremos en esta disputa que no tiene ningún interés. Al fin y al cabo, ellos no cocinan para nosotros.
Lo cierto es que Santamaría declaró que algunos añadidos en esta nueva rama de la Nouvelle Cuisine podían resultar "no deseables", en parte también porque no se informa de lo que se come (Video del cocinero en Telecinco). Este chef es defensor a ultranza de la cocina "pura", donde los platos parecen lo que son y sabemos lo que nos llevamos a la boca. Se distancia así de la alta cocina española abanderada por el intocable Ferran Adrià. Pero hay otros aspectos que también enervan a Santamaría. El circo mediático alrededor de la alta cocina promovido por los chefs de la sofisticación es, a su parecer, un gran error. No se puede cocinar pensando en la repercusión de la receta y sin tener en cuenta las convicciones que todo cocinero debe tener.
Desde el otro bando, Sergi Arola responde que la alta cocina no está pensada para satisfacer la necesidad básica de alimentarse. Es más, se atreve a definirla como una "fiesta para los cinco sentidos". Pero todavía va más lejos: critica a Santamaría por hacer Nouvelle Cuisine y seguir escondiéndose tras la cocina tradicional.
Si Santamaría acusa a estos de elitistas y luego cobra a millón sus platos en Can Fabes (su restaurante, con tres estrellas Michelin), resulta entonces que no tiene muy claro lo que es ser elitista. Y es que la alta cocina, Nouvelle Cuisine o como nos apetezca denominarla, es elitista por naturaleza. Hasta aquí todo correcto. Lo que pasa, sin embargo, es que esta cocina inaccesible para casi la totalidad de españoles, ha entrado de lleno en nuestra vida a través de los telediarios y los reportajes semanales en suplementos de periódicos. Frente al gran Karlos Arguiñano, que como dicen nuestras abuelas (las que realmente saben de este asunto) hace platos sanos y materializables en cualquier casa, estamos eligiendo el nitrógeno; recetas minimalistas que, probablemente, nunca llegaremos a probar. ¿Qué es lo que realmente nos interesa? Ni Santamaría ni Adrià: cocina real, posible, sana y sencilla. No entremos en esta disputa que no tiene ningún interés. Al fin y al cabo, ellos no cocinan para nosotros.